¿Qué sucede después de la muerte de un Papa?
Cuando un Papa fallece, no solo se cierra un capítulo en la historia de la Iglesia Católica, sino que se activa un proceso meticulosamente organizado y lleno de tradición llamado Sede Vacante, que significa literalmente “la sede (de Pedro) está vacía”.
Aunque la noticia del deceso conmueve al mundo entero, el Vaticano ya tiene preparado un protocolo que se ha mantenido casi intacto durante siglos. A continuación, te explicamos los pasos clave que se llevan a cabo tras la partida del Santo Padre:
1. Confirmación de la muerte
Tradicionalmente, el Camarlengo —cardenal encargado de la administración temporal del Vaticano— llama al Papa tres veces por su nombre de bautismo. Si no obtiene respuesta, se declara oficialmente su fallecimiento. Luego, se sella su habitación y se interrumpe simbólicamente su anillo del Pescador, símbolo de su autoridad pontificia.
2. Organización del funeral
El cuerpo del Papa es preparado y expuesto durante varios días en la Basílica de San Pedro para que los fieles puedan despedirse. La ceremonia fúnebre oficial se celebra generalmente al noveno día, en lo que se conoce como el novemdiale, y suele reunir a líderes religiosos y políticos de todo el mundo.
3. Inicio del Cónclave
Entre 15 y 20 días después de la muerte del Papa, todos los cardenales menores de 80 años se encierran en la Capilla Sixtina para llevar a cabo el Cónclave, un proceso secreto de oración, reflexión y votación. No hay comunicación con el exterior, y cada votación se realiza en completo sigilo.
4. El humo habla
Tras cada ronda de votación, las papeletas se queman. Si no se ha elegido un nuevo Papa, el humo que sale de la chimenea es negro. Pero si se alcanza la mayoría calificada de dos tercios, el humo será blanco, y se anunciará al mundo: ¡Habemus Papam! (“Tenemos Papa”).
5. El nuevo Papa se presenta
El elegido acepta libremente su nueva misión, escoge un nombre papal y se reviste con la tradicional sotana blanca. Luego aparece en el balcón central de la Basílica de San Pedro, donde da su primera bendición urbi et orbi, al mundo y a la ciudad.
Este proceso no solo garantiza la continuidad espiritual de la Iglesia, sino que también representa un acto de profunda fe y esperanza. En medio del luto, los católicos del mundo entero se unen en oración, confiando en que el Espíritu Santo guiará la elección del nuevo sucesor de Pedro.
Aunque el trono de San Pedro quede temporalmente vacío, el corazón de la Iglesia sigue latiendo con fuerza, sostenido por la promesa de Cristo: “Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20).